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Celia Morgado está realizando actualmente el doctorado en Arte y Patrimonio de la Universidad Sevilla.

Como tantos jóvenes, la inteligente e inquieta Celia Morgado (Mairena del Aljarafe, Sevilla, 1995) dudaba sobre su futuro, no sabía a qué dedicaría su vida. Sus andanzas en el mundo del arte, por muy extraño que parezca, comenzaron cuando se matriculó en el grado de ingeniería en Diseño Industrial y Desarrollo del Producto. En uno de sus primeros exámenes, en el que debía diseñar una silla, se percató de que mientras sus compañeros elaboraron uno o dos diseños nuestra protagonista había realizado veinte diferentes. Uno de sus amigos se acercó y le comentó: «aquí algo falla, algo no va bien porque, ¿cómo es posible que lleves tantos dibujos y diseñes tan rápido?, se nota que te gusta». Esa simple apreciación le hizo reflexionar y gracias al «empujón» de su familia y de sus compañeros de facultad, decidió cambiar el rumbo de su futuro. Así fue como se matriculó en la Facultad de Bellas Artes. Una historia atípica, donde las haya. «Parece cosa del destino, yo nunca dije quiero ser artista y quiero estudiar esta carrera», pero reconoce que siempre llevó por dentro esa emoción por pintar, por crear, por lo que «era inevitable que tarde o temprano acabara ocurriendo».

De pequeña quedó fascinada con las pinceladas del pintor catalán Salvador Dalí. Poco a poco fue adentrándose en el inmenso mundo de lo visual, expandiendo su mirada artística con referentes como Louise Bourgeois, la escultora francesa apodada «Mujer araña», Doris Salcedo y Félix González-Torres: «artistas que no solo han sido referentes en mi producción artística actual, sino también en mi vida», admite. Celia Morgado concibe el arte como «una herramienta que nos permite cambiar el mundo» y, según su opinión, esa transformación nos debe ayudar a mejorar el futuro: «suena un poco utópico, pero yo creo que, sin duda, una de las funciones del arte debería ser perseguir este fin. Lo ha hecho a lo largo de la historia, su objetivo es cambiar el mundo, y siempre hacia mejor», relata. 

«Utilizo el arte como una especie de destilación de experiencia y emociones. Se trata de plasmar visualmente, de sacar a la luz tu mundo interior»

Celia Morgado, artista e investigadora

Su producción artística se nutre de realidades cotidianas y problemas sociales, como la violencia de género, el acoso estudiantil o, actualmente, las consecuencias de la crisis socioeconómica provocada por la pandemia de Covid-19. Una visión muy acorde a una generación de artistas posmodernos que luchan por romper los cánones establecidos, que desde siempre han condicionado la forma de hacer y de interpretar el arte. Pretende con sus obras plasmar visualmente una parte de sí misma, así como transmitir sensaciones y experiencias reales que ayudan al público a identificarse con ellas: «lo utilizo como una especie de destilación de experiencia y emociones. Se trata de plasmar visualmente, de sacar a la luz tu mundo interior y tu realidad», confiesa.

Dedicarse profesionalmente al arte conlleva sacrificios: «me encierro en mi estudio y puedo estar entre 8 y 10 horas trabajando, a veces, incluso dos días, saliendo solo para lo básico. La pasión mueve a los artistas y no nos deja salir de nuestra obra. ¡Y claro! esta efervescencia creativa afecta a nuestro entorno y a nuestra familia». Todo ello lo compagina con su faceta académica. Siempre destacó en este ámbito, consiguiendo el mejor expediente de su promoción cuando se graduó en Bellas Artes: «de todos mis reconocimientos, es el que recuerdo de manera más especial. Fue en la facultad, estaba renovando mi papeleo, como cualquier estudiante universitario, y se me acercó el decano José María Sánchez, y me soltó: enhorabuena eres el mejor expediente académico de la promoción. Me emocionó muchísimo».

En 2019, Celia Morgado participó en la exposición colectiva Andalusian Women in Arts (AWA) que se pudo visitar en el Real Alcázar de Sevilla.

Actualmente está realizando el doctorado en Arte y Patrimonio en la Universidad Sevilla, una investigación en la que une la ilustración con la escultura: «sin duda son mis disciplinas favoritas, ambas me apasionan». Así explica cómo consigue dividir su tiempo entre estas dos facetas y el ocio: «he llegado a un punto en mi vida en que una parte de mí pasa todo el día pensando en la investigación, no te voy a mentir, es como un novio, soy como una enamorada porque siempre tengo la tesis en la cabeza»; asimismo, confiesa que «el arte que hago me sirve para relajarme, para transmitir, y para evadirme momentáneamente del mundo en el que vivimos ahora mismo». 

La actual crisis sanitaria afecta a todos los ejes económicos de la sociedad, y entre los más perjudicados está el sector cultural. Las exposiciones han dejado de ser presenciales, y la pantalla de los dispositivos digitales se han convertido en «galerías virtuales». Celia Morgado, al igual que muchos otros artistas, ha tenido que reinventarse profesionalmente, y durante estos meses, las redes sociales se han convertido en el escaparate idóneo en el que mostrar sus obras al público. Para Morgado esto puede suponer «un cambio positivo» porque «aunque echemos de menos estar en nuestras galerías y ver museos, esta situación, llena de restricciones, nos está permitiendo llegar a más personas», aclara.

«Aunque echemos de menos estar en nuestras galerías y ver museos, esta situación, llena de restricciones, nos está permitiendo llegar a más personas»

Celia Morgado, artista e investigadora

Como colofón, destaca la importancia que han tenido dos actividades creativas y lúdicas durante el confinamiento: el dibujo y el deporte. Y Morgado propone reflexionar sobre el papel fundamental de la Educación Física y Plástica: «son dos asignaturas que parecen menos importantes que matemáticas o lengua. Sin embargo, es curioso que, cuando nos confinaron proponíamos constantemente retos deportivos como correr por casa, y artísticos, como dibujar arcoíris y pegarlos en las ventanas. Recurrimos a las dos asignaturas que más abandonamos en nuestro día a día». Su apuesta es mejorar los planes docentes en los colegios, debido a que son infinitos los beneficios que estas actividades aportan al desarrollo emotivo, intelectual y sensible de los más pequeños.

Para no contar con robots en el futuro «es esencial que los niños crezcan emocionalmente gozando de las habilidades del dibujo y de lectura». Por eso reclama una enseñanza de calidad con profesores expertos en estas disciplinas: «debemos tomárnoslo en serio, no se puede contratar como profesores de plástica al que imparte matemáticas». Y no se olvida, en sus palabras, de reivindicar la necesidad de otorgar más visibilidad a las mujeres artistas en el temario de la historia del arte. Para esta artista sevillana las desigualdades en el arte provienen de tradiciones heredadas: «a todas las generaciones se nos ha enseñado que había grandes pintores, grandes escultores, pero no grandes pintoras y grandes escultoras, y las había».

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