Años felices, años difíciles

Años felices, años difíciles

La conciencia de un tiempo limitado y la certeza, por lo mucho ya vivido, de la rapidez con la que el tiempo huye, se agudiza a partir de la jubilación

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Quienes, desde la vocación por la investigación y la docencia, hemos trabajado durante muchos y esforzados años en la Universidad, compartimos con nuestros compañeros de generación una problemática común: la de afrontar la última etapa de nuestra vida con el mayor bienestar posible. La conciencia de un tiempo limitado y la certeza, por lo mucho ya vivido, de la rapidez con la que el tiempo huye, se agudiza a partir de la jubilación. El mayor número de años, y la mejor condición física con la que ahora pueden vivirse, nos llevan a poder dedicar más tiempo a unas aficiones anteriormente postergadas. Es el momento de aprovecharlos como nos propone un hermoso poema de Eloy Sánchez Rosillo: “Ahora dejo la puerta de mi casa de par en par abierta. Entran y salen las cosas de este mundo, pero aquellas que más amo conmigo permanecen… Supe de la añoranza y el lamento. Ahora celebro y canto”.

Para concretar ese objetivo de desarrollo personal, necesitamos instituciones, asociaciones y recursos que enriquezcan nuestro ahora más amplio tiempo de ocio. Pero además queremos ser útiles, mejorar nuestra sociedad, implicarnos en la búsqueda de soluciones a los muchos y graves problemas que nos afectan, lo que supone que los conocimientos y la experiencia que poseemos adquieran ahora una clara dimensión de utilidad social. Como escribía recientemente la profesora de Ética Adela Cortina nuestra sociedad necesita que sus ciudadanos desarrollen la virtud de la civilidad, que estén dispuestos a trabajar por su comunidad política. Y si lo estamos, ello hace que resulte urgente modificar lo que hasta ahora se ha practicado: su desvinculación radical con la institución de la que se formaba parte.

Necesitamos instituciones, asociaciones y recursos que enriquezcan nuestro ahora más amplio tiempo de ocio

Por ambas razones se ha creado la asociación Colectivo Universitario Senior (CUS) y con una doble finalidad. La primera,  potenciar la dimensión universitaria y social de los profesores jubilados, facilitando su participación en actividades socio-culturales y científicas y ofreciendo a la sociedad la colaboración desinteresada de quienes poseen una formación de gran utilidad para su desarrollo.  Sabemos cosas que importan y queremos compartirlas, que nuestros conocimientos sean útiles a estudiantes y profesorado en proceso de formación y también a cualquier ciudadano interesado en ampliar sus conocimientos. Y en cuanto a la forma de llevar a cabo tanto el asesoramiento como la divulgación, las posibilidades son múltiples y desde luego útiles. Porque de gran utilidad es facilitar a los  estudiantes asesoramiento para definir su vocación, contactos con profesionales relacionados con los estudios ya elegidos, e información sobre los trámites necesarios para la  solicitud de becas o recursos que les permitan  definir o  potenciar su carrera profesional. En el caso del profesorado,  a la vista de unas exigencias  cada vez mayores tanto en la docencia como en la investigación y las complejidades de la burocracia que las acompaña,  les puede ser de gran ayuda el asesoramiento cercano de quienes bien conocen esas materias y esa burocracia. Unos conocimientos que pueden ser divulgados en centros de enseñanza y en asociaciones culturales o científicas ofertando conferencias y coloquios, e igualmente  ser de utilidad a los programas nacionales  e internacionales de cooperación al desarrollo.

El envejecimiento de la población puede suponer un laboratorio de ideas, un desafío que ponga a prueba nuestra creatividad, nuestra capacidad para buscar soluciones esperanzadoras

Pero además hay que tener presente que estos últimos años pueden ser también difíciles. Una hermosa frase del poeta Antonio Colinas sintetiza muy bien nuestra realidad: “Con los años el cuerpo pesa más, pero a la vez no deja de ascender”. Y si hasta ahora hemos hablado de un afán de conocimiento y disfrute, toca ahora mencionar a un cuerpo que envejece. Vivimos más y por ello aumentan también los casos de enfermedad y dependencia y nuestra situación personal y familiar –divorcios, separaciones, hijos que emigraron a otros países- nos hace más vulnerables a la soledad. En el modelo de asistencia que necesitamos, los recursos son claramente insuficientes, porque ni somos tan pobres como para ingresar en las residencias públicas ni tan ricos como para hacerlo en las privadas. Y además nos gustaría un modelo distinto, más acorde con nuestras inquietudes y nuestro estilo de vida.

Por eso nuestro segundo objetivo es colaborar en la promoción de espacios residenciales que tengan un diseño acorde con esa nueva mentalidad y esas nuevas necesidades, en proyectos que guarden relación con los que ya funcionan en numerosos países europeos. Esos modelos promueven una vejez activa, están organizados para facilitar la autonomía y el bienestar, para erradicar el conformismo, la pasividad y la resignación. En ellos la Universidad podría tener un importante papel apoyando la innovación que ese modelo supone, utilizándolos para la formación práctica de estudiantes interesados en la gerontología. El envejecimiento de la población puede suponer un laboratorio de ideas, un desafío que ponga a prueba nuestra creatividad, nuestra capacidad para buscar soluciones esperanzadoras que potencien actitudes como la solidaridad y la cooperación, de las que estamos tan necesitados.


Raquel Rico Linage es profesora titular de Historia del Derecho y miembro de la junta directiva del Colectivo Universitario Sénior (CUS).

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