El potencial del sénior en la sociedad actual

El potencial del sénior en la sociedad actual

En estos momentos de aguda crisis económica, el soporte aportado por los mayores ha facilitado la convivencia social

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En estos momentos de aguda crisis económica, el soporte aportado por los mayores ha facilitado la convivencia social. Muchas familias han podido subsistir, gracias a los ahorros y la pensión de sus mayores. Ello no obsta, para que, con frecuencia, se nos considere a los mayores como una carga social, que vivimos de la solidaridad colectiva y hacemos un uso frecuente y masivo de los servicios sanitarios. Aún más, a los mayores cuando nos jubilamos se nos borra del activo social y se infravalora nuestro potencial humano. Estamos lejos de aquellas sociedades en las que los mayores, por su experiencia vital, constituyen el mejor baluarte para las generaciones jóvenes.

La dinámica entre jóvenes y viejos marca los valores propios de cada colectivo humano. Entre nosotros, fácilmente valoramos la juventud, la belleza. Y, sin embargo, en la práctica se desprecia el valor de los jóvenes. Un elevadísimo porcentaje de nuestros jóvenes está en paro y sin perspectivas, a corto y medio plazo, de encontrar un trabajo acorde con su preparación profesional. Hipócrita sociedad la que impulsa a los jóvenes a formarse y, una vez formados, los desprecia, los desconoce o, en última estancia, les abre generosamente las puertas del exilio laboral. Y no siempre para obtener salarios acordes con su formación. Pero, a pesar de todo, la juventud es valorada y todos estamos dispuestas a hacer lo imposible para no envejecer.

Estamos lejos de aquellas sociedades en las que los mayores, por su experiencia vital, constituyen el mejor baluarte para las generaciones jóvenes

Ahora bien, cuando la vejez llega inexorablemente, lo correcto, no es hacer como si no llegara. Está ahí y hemos de ser felices si nos alcanza. Hemos de celebrar el haber llegado a viejo, a anciano, a maduro, a sénior. Pero este éxito social conlleva consecuencias que no siempre calibramos. El mundo de los mayores es un mundo preocupante. Cada día somos más. Y los recursos públicos, se dice, que son escasos. Escasos ¿para qué? ¿Quién define las prioridades en los Presupuestos públicos? Nuestros representantes políticos. Y ellos ¿son conscientes de la obligación ético-social que tienen hacia quienes les han permitido estar donde están y vivir en el país que están disfrutando?

Desde que me jubilé hace ocho años, dos han sido los temas que centraron mi atención: el uso social de mi potencial personal y la previsión organizada de mis últimos años. Con ese objetivo, con dos de mis antiguos alumnos, presentamos un proyecto a nuestros colegas de la Universidad de Sevilla. Más de 270 Profesores y PAS, activos y jubilados, se mostraron interesados. Finalmente, pudimos dar forma asociativa a nuestra preocupación constituyendo el 19 de diciembre de 2013 la Asociación «Colectivo Universitario Sénior (CUS)».

Conscientes de que cuando nos jubilamos, aún dispondremos de 15 o 20 años de vida activa y saludable, deseamos poder emplear social y generosamente nuestro tiempo en actividades de asesoramiento a jóvenes investigadores, a emprendedores, de participación de voluntariado social, de cooperación nacional e internacional, de participación en actividades de extensión sociocultural, etc. Actividades que queremos realizar conjuntamente con las Instituciones de nuestro entorno más cercano. Es decir, queremos ser socialmente útiles y personalmente saludables. Ahora, más que nunca, los elementos cognitivos, tienen una incidencia básica en nuestro estado de ánimo e incluso en nuestro nivel de salud.

Desde el CUS deseamos poder emplear social y generosamente nuestro tiempo asesorando a jóvenes investigadores y emprendedores

La situación se vuelve más apremiante, cuando los avatares de la vida, van sembrando nuestro camino de ausencias queridas, de familiares y amigos, y se cierne sobre nuestro horizonte el fantasma de la soledad. Prolongar la vida, sin más, no tiene mucho sentido. Hemos de seguir incorporando proyectos, ilusiones, perspectivas más o menos lejanas. Sólo entonces, la vida sigue siendo vida. El carpe diem se impone con fiereza, pero en ese presentismo, tan de nuestro tiempo, podemos hallar la fuerza para aceptar serenamente el normal deterioro del cuerpo; la mente envejece menos, mientras está activa.

Y ¿qué hacer cuando el deterioro se impone? En cuanto la coyuntura económica lo permita, y completando la acción solidaria y obligada de los políticos, queremos ser autónomos en la organización de nuestros últimos días. Para ello, intentamos no reproducir los esquemas tradicionales de dependencia de familiares cercanos – la situación laboral y familiar de nuestros hijos frecuentemente les aleja de nosotros- y queremos organizar, las infraestructuras de convivencia necesarias para este fin. En definitiva, no es más que prepararse para el futuro como ya lo hacen muchos de los países avanzados con la misma expectativa de vida que nosotros. Dada la crisis económica que nos asfixia, de momento, estamos dando cauce prioritario a las actividades que permitan aprovechar el potencial humano de los séniors. La vejez también es un momento ilusionante de la vida. Basta con que le demos el contenido de que somos capaces. También de mayores somos copartícipes del modelo de sociedad que, entre todos, vamos construyendo.


Silverio Barriga Jiménez es catedrático de Psicología Social y presidente del Colectivo Universitario Sénior (CUS).

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