La carrera científica como oficio exige un alto grado de dedicación, esfuerzo y responsabilidad; la carrera científica como vocación, lealtad, pasión y compromiso. Este sevillano, que tan bien conoce las dos facetas de la profesión, puede dar fe de ello. A la temprana edad de dieciséis años comenzó a sentir curiosidad por la ciencia. Desde entonces su vida ha girado en torno a ella y así desea que siga siendo hasta el día de su jubilación.
La Escuela de Peritos fue testigo de sus primeros pasos. Un profesor que tuvo el primer año de carrera determinó, en gran medida, su futuro. Ernesto Carmona lo recuerda con cariño: «Era tan excelente enseñando química que me inculcó su pasión hacia ella. Cuando terminé la carrera de perito industrial tuve claro cuál sería el siguiente paso».
Y ese paso no era otro que la titulación en Ciencias Químicas. Su tesón le valió el Premio Extraordinario en Licenciatura y en Doctorado, así como una estancia postdoctoral en el Imperial College de Londres como aprendiz del Premio Nobel de Química de 1973, Geoffrey Wilkinson. «Aquellos tres años cambiaron mi vida», reconoce el investigador.
Fue en la ciudad inglesa donde se inició en los estudios de los compuestos organometálicos, que son aquéllos que resultan de la unión de un átomo de carbono y otro metálico. Tanto le entusiasmó esa parcela de la química, que cuando volvió a España quiso profundizar en su investigación. El campo de la química organometálica comenzó a desarrollarse en nuestro país en los años 50. Cuando Carmona regresó, tras finalizar su postdoctorado, observó que se encontraba en una fase muy primitiva y, sin dudarlo, se aventuró a liderar el núcleo de investigación de la ciudad Hispalense, motivo por el que es conocido como uno de los precursores de la Organometálica en España.
La catálisis, que es el proceso por el cual se aumenta la velocidad de las reacciones químicas, es fundamental en este campo de la ciencia. Por ello el químico, rodeado de un gran equipo, llevó a cabo la creación de un catalizador, el elemento que permite que la catálisis se produzca con éxito. Como reconocimiento por su trabajo, el Consejo Social de la Universidad de Sevilla lo galardonó en 2013 con el X Premio a la Investigación Javier Benjumea Puigcerver, junto a su compañero de investigación, el «joven y excepcional Jesús Campos».
«Para alcanzar el éxito profesional no hay más secreto que el de trabajar diez horas diarias, seis días a la semana»
La trascendencia de este proyecto reside en que, en circunstancias energéticas favorables, ofrece la posibilidad de hacer química sostenible, minimizando el uso de reactivos y sin producir apenas residuos. «Gracias a procesos catalíticos se obtiene, por ejemplo, el amoniaco, sustancia base de la industria de los fertilizantes. Sin él no podría sostenerse la agricultura intensiva y, en consecuencia, no podría abastecerse una población mundial de siete mil millones de personas. Y eso no es todo: El 80% de los productos químicos se obtienen gracias a la catálisis. Sin ella no existiría la vida», expone el científico y además docente de la US. Confiesa que tanto la investigación como su trabajo en la Universidad requieren mucha dedicación; sin embargo, sostiene que la gratificación personal empequeñece las dificultades diarias y lo empuja a seguir. Con sus alumnos es sincero: «para alcanzar éxito profesional no hay más secreto que el de trabajar diez horas diarias, seis días a la semana», aunque para consagrarse en la carrera científica es imprescindible contar con una mínima aptitud natural.
Apostar por el trabajo bien hecho sin que importe el tiempo que se necesite invertir ha sido la llave que tantas puertas le ha abierto a este científico sevillano. La diferencia entre aquel joven que con 16 años se sintió atraído por la ciencia y el profesional de trayectoria plausible en el que se ha convertido, reside en la confianza en sí mismo y el arrojo para no dejar escapar sus sueños.
Lo honra haber querido volver siempre a su país de origen para poner en práctica todo lo aprendido durante sus estancias en Oxford, Alabama o Toulouse. Con veintisiete tesis doctorales dirigidas y un reconocimiento nacional e internacional indiscutible, se confiesa profundamente orgulloso por poder realizar sus proyectos en España. «Aquí siempre han apostado por mí y, a pesar de las dificultades económicas que atravesamos, siguen apoyándonos y financiando nuestros proyectos».