Entre las galerías de estatuas del Rectorado y las escaleras de piedra con enormes cuadros, hay una gran habitación con techos altos y suelos color carmesí. Un gran ventanal ilumina la estancia, decorada con algunas estanterías, un par de escritorios y un sofá, en el que se encuentra sentado un hombre singular. Una de esas personas que parecen normales por fuera, pero que son únicas por dentro. Es Andrés Aguilera, catedrático de Genética de la Universidad de Sevilla, a quien el Consejo Social y la Fundación Focus-Abengoa han reconocido recientemente con el XIII Premio a la Investigación Javier Benjumea Puigcerver. El galardón premia, en particular, su trabajo titulado Híbridos DNA-RNA como causantes de inestabilidad genética asociada a tumores, una contribución de un extraordinario valor científico y de una enorme repercusión social en la investigación del cáncer.
El encuentro con Andrés Aguilera se celebra una hora antes de que comience la I Conferencia de Mecenas, una iniciativa organizada por el Consejo Social, en la que este científico de prestigio internacional participa junto a empresarios e investigadores. El profesor Aguilera, seguro y reflexivo, es cercano en el trato y posee un sentido del humor sencillo, honesto y espontáneo, que conecta con el pensamiento juvenil. Este doctor en Biología sostiene que su carrera profesional es fruto del «trabajo duro» más que de la vocación. Actualmente, ocupa el cargo de director en los departamentos de Genética y Biología Molecular de la Universidad de Sevilla y CABIMER respectivamente, una responsabilidad que Aguilera define como «una nueva aventura» en su dilata carrera en la Universidad. «Pertenezco a una generación que hizo la mili, y para mí esta responsabilidad de gestión no es más que otra mili que tengo que hacer, así que la hago y en cuanto pueda quitármela me la abandono», bromea.
Pasión, eso es lo que mueve a personas de tal entereza. En el caso de Andrés Aguilera, la pasión por el conocimiento se traduce en el «lujo» de poder fusionar afición y profesión gracias a la ciencia. «Es lo que todos buscamos, entender y aprender cosas, cada uno en un ámbito; en mi caso, la ciencia me permite entender cómo funcionan los seres vivos», señala. Sólo así puede entenderse una actividad investigadora que cuenta con más de 145 artículos originales y revisiones en revistas ISI, 14 capítulos de libros con un total de más de 7.000 citas, 22 tesis doctorales dirigidas y numerosos galardones, entre los que destaca, junto al reciente premio Benjumea, el Premio FAMA de la Universidad de Sevilla a la Trayectoria Investigadora, que recibió en 2013. Todas estas actividades centradas en la investigación básica y de transferencia de altísimo impacto, acreditan una prestigiosa trayectoria nacional e internacional.
Aguilera pide al nuevo gobierno que restablezca el Ministerio de Ciencia, separándolo de Economía, «para que tenga la visibilidad y los recursos que necesita»
Cuando le preguntamos qué significa para él la ciencia, ríe. «Es una pasión que aporta cosas buenas y también momentos difíciles». Para el profesor Aguilera, la ciencia aporta una satisfacción que germina tras largos años de esfuerzos en los que brotan resultados útiles para entender los fenómenos que intentamos explicarnos. Además, se siente muy renovado cuando trabaja y se rodea de personas jóvenes. Otro aspecto que destaca es el factor de la internacionalización, pues defiende que trabajar con colegas de otros países abre mucho la mente. «La ciencia no es local sino global».
Andrés Aguilera desprende humildad y sencillez por los cuatro costados. Las pretensiones, las medallas y la pomposidad no son sus objetivos. «Antes soñaba con hacer lo que me gustaba, pero no esperaba llegar a nada». Tras una vida dedicada a la ciencia, sigue sin considerar especialmente dura la labor del investigador: «Pues como cualquier otro trabajo. Lo importante es que hacemos lo que nos gusta; y eso es un lujo, lo que suaviza la dureza de cualquier trabajo», sentencia con optimismo.
Y, cuando el frenético ritmo de un laboratorio, los despachos y las clases se lo permiten, ¿a qué se dedica Andrés Aguilera en su escaso tiempo de ocio? La pregunta vuelve a sacarle una carcajada. Le gusta sobre todo viajar, porque le permite seguir cultivando su afición por el conocimiento. Nos confiesa risueños que su día a día es «para volverse loco», con tanta gestión, algo de investigación y con escaso tiempo libre, que dedica al deporte y al senderismo. Irse a la montaña con la mochila al hombro es, sin duda, el descanso perfecto para su ajetreado ritmo diario.
Respecto de su valiosa investigación sobre el cáncer, Andrés Aguilera insiste en un aspecto que suele pasar desapercibido en los medios de comunicación cuando se habla del tratamiento contra esta enfermedad. «Las células cancerígenas tienen el genoma inestable, a diferencia de las otras células somáticas. Por tanto, entender las causas de esa inestabilidad consiste en entender los factores de riesgo y conocer posibles dianas sobre las que actuar para frenar no la progresión del cáncer sino su aparición. Nosotros estamos centrados en uno de esos factores-diana, que son los híbridos ARN-DRN. Cuando esos factores-diana se forman, la probabilidad de que un genoma se desestabilice es mucho mayor, y nosotros hemos descubierto que parece que este fenómeno es mucho más importante en la causa de inestabilidad de lo que al principio se creía. Ahora estamos estudiando cómo esto desempeña un papel fundamental en el origen de la inestabilidad asociada al cáncer».
Recibir el premio Benjumea -reconoce- ha supuesto una enorme satisfacción tanto para él como para su equipo de investigación. Sin embargo, no lo ve como el final de ninguna etapa, sino como un impulso para continuar con la investigación científica. Agradece, por tanto, que las empresas valoren los resultados obtenidos y destaca, sobre todo, que los medios acercan la ciencia a la calle.
Este trabajo, además, les ha situado en el panorama científico internacional y les ha granjeado cierta competencia, lo que no preocupa en exceso al catedrático de Genética. «La ciencia es competencia, y eso es positivo». Y afirma, tajante «como desaparezcas del plano internacional un año, tendrás complicaciones para volver». En ese sentido, el profesor Aguilera es claro y le pide al nuevo gobierno que restablezca el Ministerio de Ciencia, separándolo de Economía, «para que tenga la visibilidad y los recursos que necesita».
«El estado de la ciencia en España es mucho mejor que hace veinte años, pero mucho peor que hace cuatro, por culpa de la crisis»
Al echar la vista atrás, nos confiesa que hubo profesores en el instituto que le inspiraron, pero curiosamente, no el de Biología, y que se sintió «un raro» por decidir seguir investigando y no conformarse con unas oposiciones, «lo típico en la época». No se lamenta de los obstáculos encontrados en su carrera, simplemente reconoce con su habitual carisma y optimismo que es necesario adaptarse a las situaciones en las que uno se encuentra, para sacar lo mejor posible. «Al volver de Estados Unidos no podía esperar hacer ciencia aquí al mismo nivel que allí», comenta. «Me gustaría que hubiera en España una política científica que apoyara más la estabilidad de los grupos de investigación, generando posiciones intermedias que hagan que la investigación de un grupo perdure, y no que el personal esté formado por profesionales que entren y salgan».
En su opinión, el estado de la ciencia en España «es mucho mejor que hace veinte años, pero mucho peor que hace cuatro, por culpa de la crisis». «En el plano internacional este declive lo vamos a pagar», advierte, puesto que «en España hay grupos jóvenes muy buenos que hacen cosas muy innovadoras pero están sufriendo mucho para arrancar. Y en investigación lo que más importa es la constancia». Al respecto, señala que es importante para los jóvenes salir fuera del país, ver cómo se cuecen las cosas más allá de nuestras fronteras y aprender, comparar, crecer. Lo que sí le apena es cuando un grupo joven empieza a ser fuerte y no dispone de las condiciones para desarrollar su trabajo en España. Esa marcha es dolorosa. «En Europa detectan a nuestros jóvenes y les ofrecen algo jugoso, y claro, se los llevan. Debemos tener una nueva política para conseguir que se queden», reclama Aguilera.
Andrés Aguilera se siente satisfecho de cómo ha evolucionado la ciencia. «Cada vez hay más ciencia, sin duda, y ésta dispone de más conocimiento y se ha ido haciendo más compleja. El avance tecnológico ha sido decisivo, y ha cambiado la manera de hacer ciencia», reconoce. También ensalza la tarea de los medios de comunicación, pues están contribuyendo a darle visibilidad al campo de la ciencia, que «ahora se ve como algo útil, que da trabajo y ayuda». Eso sí, lamenta que las empresas, con las que mantiene una relación cordial, sean tan «cortoplacistas», y exijan resultados inmediatos.
Se despide de nosotros como nos recibió, rebosante de humildad y optimismo, y confesándonos que el mayor logro de su carrera como científico no es individual, sino que le pertenece a todo su grupo de investigadores. Me gustaría «que se nos vea, a nivel internacional, como los que hemos comenzado esta aventura, pero la satisfacción la encontramos, en que seguimos trabajando en el cáncer porque es muy complejo y se necesita tiempo y gente con ganas para seguir este camino».
Mi mas sincera enhorabuena por toda tu trayectoria a lo largo de tantos años de trabajo e investigacion.
Te admiro enormemente y he tenido la gran suerte de tener como compañera y maestra a tu querida Isabel Aguilera durante 7 años… que compartimos trabajo en la unidad de Inmunologia de V. del Rocio….y como Tecnico de Laboratorio llevo la Biologia Molecular…en mis venas desde hace casi 30 años…asi que personas como tu…de tu talante y de tu talla como investigador…hace que nos sintamos orgullosos de tenerte en nuestra Universidad de Sevilla!!
Un abrazo inmenso para los dos de Matilde Romero Zarco.