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El monumento «Milla Cero» está situado en la Plaza de Cuba, en lo que era el antiguo Muelle de las Mulas, desde donde partió la expedición magallánica en 1519

Sevilla. Agosto de 1519. El tórrido verano hacía arder sus plazas y la luz del sol inundaba hasta el último rincón de sus callejas. Los pícaros mendigos hurtaban mendrugos de pan y pequeñas joyas en los puestos de las gradas de la catedral. El Compás de la Laguna era el reducto de la lujuria donde unas pobres mujeres vendían sus cuerpos al pecado carnal para sacarse unos maravedíes que les permitieran malvivir en una ciudad que estaba llamada a ser una de las más ricas y prósperas del mundo.

Allá por la Casa de Contratación –hoy Archivo de Indias–, las autoridades de la Corona y el portugués Fernando de Magallanes ultimaban los detalles de una expedición que, sin pretenderlo ni desearlo, cambiaría el curso de la historia. Y es que la primera circunnavegación fue una auténtica gesta, amén de un atrevimiento aventurero.

Habiéndose confirmado ya que Cristóbal Colón no alcanzó las Indias, Magallanes propuso al joven monarca Carlos I abrir una nueva ruta comercial que le permitiera alcanzar la isla de las Molucas navegando siempre hacia el Oeste, lo que evitaría bordear la costa africana, bajo dominio portugués a consecuencia del Tratado de Tordesillas. La tripulación volvió al punto inicial del mismo modo en que partió: navegando hacia occidente. Todo ello demostró, al fin, la redondez de la Tierra.

Con la circunnavegación, el mar se convirtió en las autopistas de la información. Hoy, la información navega por Internet

Cinco fueron los navíos que abandonaron Sevilla un 10 de agosto de 1519, si bien las naos no partirían de manera oficial hasta el 20 de septiembre desde Sanlúcar de Barrameda, donde se terminaron de pertrechar los barcos para la expedición magallánica. De los 239 hombres que componían la tripulación, solo 18 regresaron a la localidad gaditana un 6 de septiembre de 1522.

Desde el sanluqueño puerto de Bonanza, el vasco Juan Sebastián Elcano, que capitaneaba el único galeón que completó la circunnavegación, la nao Victoria, escribió una misiva al rey para informarle de que la expedición magallánica había vuelto a casa. Regresó con una tripulación maltrecha y un barco desvencijado –la nao tuvo que ser remolcada hasta Sevilla–, pero a rebosar de especias, cuya mercancía logró sufragar con creces el coste de la travesía.

Benito Caetano, en una de sus múltiples charlas en las que difunde la importancia que tuvo la primera circunnavegación

Entre los 18 supervivientes se encontraba Antonio Pigafetta, quien firmó las crónicas del viaje. Sus escritos son un compendio de saberes: ciencia, botánica, geografía, sociología, antropología, etc. La obra de Pigafetta atestigua la importancia que tuvo la expedición magallánica, ya que la primera vuelta al mundo permitió tejer una red de contactos y relaciones sociales y culturales con otras civilizaciones ignotas. Por ello, muchos investigadores coinciden en apuntar que el viaje emprendido por Magallanes y concluido por Elcano fue el primer hito de lo que hoy conocemos como globalización.

«La humanidad se descubrió como una sola humanidad», explica Benito Caetano, presidente de la Fundación Civiliter, impulsora de la Iniciativa Ciudadana Sevilla 2019-2022 (IC2019). «Cuando Magallanes y Elcano dieron la vuelta al mundo, las potencias europeas se dieron cuenta de que por el mar se puede llegar a todo el mundo», puntualiza Caetano, quien defiende que la gesta magallánica hizo del mar las «autopistas de la información».

En este sentido, si hace quinientos años el mar se convirtió en la vía que conectaba a una sola humanidad, la IC2019 quiere poner en valor la circunnavegación del siglo XXI: Internet. «Ahora, las autopistas de la información, que es el poder, es Internet», señala Caetano, quien advierte que es «el ejemplo para entender la circunnavegación hoy en día».

Firma de un acuerdo de colaboración entre la IC2019 y la Universidad de Sevilla. En el centro se encuentran el rector de la Hispalense, Miguel Ángel Castro, y Benito Caetano

Uno de los proyectos que IC2019 quiere poner en marcha es El Faro. Su nombre es toda una declaración de intenciones, ya que el plan aspira a ser una luz para el conocimiento a través del procesamiento de todo el mar de datos procedentes de Internet. Caetano, que ya descarta que este proyecto pueda situarse en la sede de Altadis –tal y como apuntó El Correo de Andalucía el pasado 17 de enero de 2018–, señala que «Internet es una red dispersa» e incide en que Google funciona «bajo criterios económicos». Por esta razón, el proyecto El Faro apuesta por «indexar toda la información que existe en el mundo con criterios de rentabilidad social y de conocimiento».

Para ello, El Faro prevé la instalación de un súper ordenador –«en España solo hay uno y está en Barcelona», puntualiza Caetano–  que permita el procesamiento de la información para que estuviera a disposición de «las universidades, las organizaciones y la gente, no solo de las empresas».

Según el portavoz de IC2019, estos datos también reverterían en la ciudad, ya que el proyecto aspira a ser una herramienta más en la construcción de la denominada smart city, una apuesta personal del actual alcalde hispalense, Juan Espadas, y de la que aún no se han dado grandes pasos. «Esto nos ayudaría a optimizar todos los recursos disponibles para que no pasen cosas que no nos gustaría que pasaran o para que pasen las que deseamos», explica Caetano, quien reconoce que El Faro «está intentando levantar cabeza».

El proyecto El Faro pretende instalar en Sevilla un súper ordenador para indexar toda la información que se aloja en la web y ponerla al servicio del conocimiento

Sea como fuere, la IC2019 quiere dejar su impronta, que no es otra que trasladar y adaptar el espíritu innovador y emprendedor de la expedición magallánica y lo que ello supuso a la realidad del siglo XXI. Caetano lo tiene claro: «Tenemos un vehículo que nos lleva a todas partes del mundo y que da varias de miles de millones de vueltas al mundo todos los días y se llama Internet. Lo único que hace falta es trabajo y decisión». Solo así, piensa el presidente de Civiliter, «Andalucía puede llegar a convertirse, de nuevo, en alguien que capitanee el mundo».

En definitiva, Sevilla y Sanlúcar de Barrameda tienen entre sus manos la posibilidad de poner en marcha proyectos que, como sucediera hace cinco siglos, vuelvan a poner al Guadalquivir en el mapa, con todo lo que ello conlleva. Esta es la oportunidad de reivindicar la importancia de una zona que tiene capacidad suficiente para volver a capitanear una nueva circunnavegación y emprender una expedición por los mares digitales para poner al servicio de la ciudadanía todos sus beneficios.

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