El 25 de noviembre se ha convertido en un día clave para dar visibilidad a la violencia de género. Rosa Casado, directora de la Unidad de Igualdad de la Universidad de Sevilla, afirmó recientemente en un coloquio, celebrado en la Facultad de Comunicación, que este término se define como la violencia ejercida por los hombres sobre las mujeres por el hecho de ser mujer. Según las estadísticas proporcionadas por el Instituto de la Mujer y para la Igualdad de Oportunidades, Andalucía ha registrado 11 víctimas mortales de violencia de género en lo que va de 2019. Esta es la cifra más alta de toda España. Contra esta situación combate la asociación de Mujeres Supervivientes de Violencias de Género, con sede en Sevilla. Esta entidad fue premiada por el Consejo Social de la Hispalense, en su Programa de Compromiso Social del año 2018, con una ayuda económica para desarrollar su proyecto «Del huerto a la mesa».
En 2011, un grupo de cinco mujeres, tres inmigrantes y dos españolas, decidieron fundar esta asociación para luchar por una sociedad libre de violencias machistas, de asesinatos y violencia sexual hacia las mujeres y las niñas. Antonia Ávalos Torres, coordinadora de la agrupación, explica que el compromiso con el problema surgió «como una iniciativa frente a las violencias machistas, el hambre, la precariedad y la exclusión». La asociación basa su funcionamiento en el concepto de equidad, ya que, como afirma la psicóloga Inés Rial, no existen jerarquías, pero sí valoran las diferencias. Con ello, intentan contribuir a la construcción de una sociedad diversa a través de una metodología de intervención eficiente, eficaz y con perspectiva de género, que han denominado «Cartografía de Proyecto Vital».
«Es muy importante romper el silencio y atreverse a nombrar la violencia que estás viviendo. No vale la pena arriesgarse a morir»
Testimonio de una víctima que acudió a la asociación en una situación crítica
La asociación aborda el feminismo desde una perspectiva interseccional. Este término alude a aquellas mujeres que sufren violencia por el simple hecho de ser mujeres, pero que además ven cómo su situación se recrudece cuando se añaden distintos factores. Inés Rial explica que estas condiciones se ajustan dentro de las circunstancias personales de cada víctima, lo que «se agrava en función de donde vengas, del color de tu piel o de determinadas condiciones socioeconómicas». Las integrantes de la asociación entienden que la violencia machista afecta de forma diferente a cada mujer, pues cada una de ellas vive una realidad distinta.
Inés Rial aclara que en la organización trabajan con tres «patitas». La primera de ellas es la acción directa, es decir, desarrollan proyectos propios como el taller de mindfulness. Otra es la acción preventiva, que hace referencia a una incidencia sobre la realidad más global. De esta forma, abarcan distintas discriminaciones dentro de la sociedad. Y, por último, destaca el aspecto más global, el activista, con el que tratan de alcanzar un horizonte utópico en el que no exista discriminación. Utilizan el término utópico porque han asumido que no se va a alcanzar, pero que así señalan el lugar hacia el que caminan.
Para lograr su objetivo, han desarrollado varios proyectos y talleres. Uno de los más importantes es el comedor situado en la Casa Grande del Pumarejo. Este espacio no tiene la impronta de comedor social, sino que es una excusa para encontrarse. No obstante, también funciona como recurso para personas en situaciones desfavorecidas. Algunas voluntarias lo definen como una escuela de igualdad en la que tanto hombres como mujeres y personas de distintas clases sociales y edades realizan las mismas tareas. De esta forma se crea un nivel de horizontalidad dentro de toda esa diversidad, en la que las diferencias de contexto no marcan diferencias jerárquicas.
Además, llevan a cabo otro tipo de acciones, tanto propias como en colaboración con otras entidades. María Rodríguez, psicóloga que trabaja para la asociación, destaca que estas tareas van desde actividades manuales hasta el campo de las ideas. Recientemente, junto a la Universidad de Sevilla, organizaron las Jornadas Formativas Ningún Acoso Sexual sin Respuesta, un taller de aproximación y detección contra el acoso.
Andalucía ha registrado 11 víctimas mortales de violencia de género en lo que va de 2019
Instituto de la Mujer y para la Igualdad de Oportunidades
Actualmente, Antonia, junto a su equipo de trabajo, tiene en mente varios proyectos futuros como, por ejemplo, continuar reforzando la producción y el voluntariado en su huerto ecológico. Además, han ideado un plan de formación en Derechos Humanos. Los proyectos son planteados por las propias trabajadoras, pero en muchas ocasiones las asistentes a los talleres proponen actividades que quieren compartir con el resto. La asociación simplemente les proporciona una estructura para realizarlas. En cuanto a la distribución del trabajo, no hay un esquema jerárquico; ahora bien, siempre hay personas encargadas de organizar los proyectos y luego todos colaboran por igual.
Cristina (nombre ficticio) narra las circunstancias en las que se encontraba antes de conocer la labor de Mujeres Supervivientes de Violencias de Género. «Llegue deshecha, con mucho miedo, sin saber qué hacer, en peligro…», asegura. Gracias a una amiga, Cristina acudió a la sede de la asociación, de la que destaca el apoyo y la atención que le brindaron. Según Rosa Casado, «cuando una mujer ha sido maltratada, es fundamental acompañarla y en ningún momento presionarla, pues es ella misma la que debe comprender la situación en la que se encuentra. Es un proceso interno que la propia víctima debe atravesar y para ello necesita sentir que cuenta con el apoyo y la confianza de las personas que tiene cerca».
Las trabajadoras de la asociación tratan de combatir la situación de desplazamiento en la que se ven inmersas estas mujeres. Sus acciones se basan en una perspectiva más pasiva. De esta forma, consiguen que en todo momento la mujer sienta que no la están ayudando, sino que simplemente están haciendo justicia. Cristina fue capaz de rehacer su vida junto a sus hijos y anima a todas aquellas mujeres que están sufriendo violencia de género a contar su situación «Que no teman. Es muy importante romper el silencio y atreverse a nombrar la violencia que estás viviendo. No vale la pena arriesgarse a morir».
La erradicación de la violencia machista en un futuro próximo se ha convertido en un deseo utópico. Posiblemente sea resultado de la ignorancia de una sociedad que idealiza el amor romántico. La asociación de Mujeres Supervivientes de Violencias de Género combate día a día esta lacra a través del respeto y el esfuerzo constantes. Este grupo de mujeres alza la voz con la finalidad de alcanzar una sociedad equitativa.