Que la sanidad es un pilar básico en la gestión de un país es algo que no resulta extraño para nadie. Aun así, estas necesidades, tan vitales algunas veces, no siempre llegan a aquellos sectores más desprotegidos. Con esta certeza, un grupo de médicos franceses, entre los que se encontraba Bernard Kouchner, fundaron en Múnich (Alemania) sobre la década de los 70 una organización llamada Ärzte der Welt, más conocida por su traducción al castellano como Médicos del Mundo. La lucha de estos médicos, forjados en sus andaduras con la Cruz Roja, tenía como meta conseguir que la salud fuera accesible para todas las personas.
En España, la organización comenzó a trabajar en proyectos de Inclusión Social en 1988, como una delegación de Médecins du Monde. “Médicos del Mundo es una ONG, sin ánimo de lucro, independiente, laica, aconfesional, y cuyo objetivo principal es el reconocimiento del derecho universal a la salud”, así la define Valentín Márquez, Coordinador de Proyectos de Inclusión en Andalucía. Es en esta región donde la organización pone especial interés en aquellos colectivos que se encuentran en situación de exclusión, como inmigrantes irregulares, prostitutas, personas sin hogar y drogodependientes, principalmente.
«El personal que trabaja en asistencia está muy quemado, hay gente que acaba la jornada llorando», se lamenta Márquez
El personal que compone Médicos del Mundo es en su mayoría voluntario, no destacando en exceso la presencia universitaria. Algunos de los que llegan lo hacen para desarrollar sus prácticas –dice Valentín Márquez– y otros se quedan, cuando ya han acabado la Universidad. Desde su perspectiva, dos son los motivos que empujan a los jóvenes a practicar el voluntariado: adquirir experiencia laboral, por un lado, deseo de ayudar de forma altruista a los demás, por otro.
A pesar de la situación económica, no son pocas las personas que han encontrado en el voluntariado una motivación para sus vidas. Es el caso de Laura y María del Mar, dos trabajadoras sociales, voluntarias en Médicos del Mundo, que desempeñan su función en el centro de atención a inmigrantes y personas sin hogar de Sevilla. Laura lo tiene claro: «A mí lo que me empuja a hacer un voluntariado son diferentes motivos: por un lado, como estoy en paro, al menos pongo en práctica lo que sé y si puedo ayudar a alguien pues mejor; por otro, cojo experiencia para cuando me llegue la oportunidad de trabajar». María del Mar va un poco más allá: «además de aportar mi pequeño granito de arena, yo creo que se puede aprender mucho con esto, pues el que recibe la ayuda te enseña más que una clase teórica». La tarea de ambas consiste en hacer un seguimiento de los usuarios que prácticamente acuden al centro todas las semanas.
Desde 1988, Médicos del Mundo, presta atención sanitaria en España a todos aquéllos que se acercan a sus sedes
El voluntariado, a juicio de María del Mar, es una actividad que no entiende ni de edades ni de posiciones sociales: consiste en aportar «tu granito de arena» para que, así, con la ayuda de todos, el bienestar de la sociedad y el de las personas más desfavorecidas mejore. Por su impagable labor social, el Consejo Social de la Universidad de Sevilla le concedió a Médicos del Mundo una ayuda económica gracias al Programa Implicación Social, con una dotación de 1.500 euros destinada a medicamentos y productos sanitarios. Este año el importe ha sido la mitad, aunque Valentín Márquez defiende que «las necesidades son las mismas o incluso han aumentado». La situación es compleja porque los indicadores prueban que las desigualdades en salud y en la pobreza se han disparado. «Y una cosa es que nuestra ONG atienda a los más desfavorecidos y otra distinta es que éstos tengan recursos para comprar las medicinas que necesiten», opina.
La crisis económica está causando estragos en aquellos sectores más vulnerables y en Médicos del Mundo, desde los trabajadores sociales hasta los profesionales de la sanidad prestan atención voluntaria a todos aquéllos que se acercan a sus sedes. Sin embargo, la falta de financiación también se deja sentir en las arcas de estas organizaciones sociales, complicando su labor asistencial. Valentín Márquez apunta que el presupuesto estatal destinado a Cooperación había desaparecido. Y las consecuencias no se han hecho esperar: «el personal que trabaja en asistencia está quemado, muy quemado. Yo sé que hay gente que acaba la jornada llorando».
El problema que se deriva de esta situación económica es que los gobiernos cargan a las ONGs con las responsabilidades que deberían cubrir ellos mismos. Las personas que se dedican al voluntariado, lo hacen en definitiva porque quieren, porque saben que van a ser útiles para la sociedad. Quizás si nuestros políticos tuvieran este mismo rigor profesional (o personal), la sanidad no se vería también amenazada por la depresión económica.